Associació de rol juvenil Figueres
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 la tarima del bardo

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4 participantes
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Naia Tesath
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Naia Tesath


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MensajeTema: la tarima del bardo   la tarima del bardo Icon_minitimeLun Mayo 04, 2009 4:00 pm

En esta humilde posada cada noche hay un bardo, el, se sube a la tarima i con su suave voz melodica narra sus aventuras. en aquest sector de la taverna es on cualsevol persona pot narrar les seves aventures.


com ja he dit avans aqui tothom pot escriure cualsevol aventura, l' hi haji passat en una partida o sigui completament inventada, i despres de la actuació, els oients que bulguin podran comentar amb l' autor lo que els hi ha semblat, etc...
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wehehe
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MensajeTema: Re: la tarima del bardo   la tarima del bardo Icon_minitimeMar Mayo 05, 2009 8:49 pm

Bé, a mi m'agrada bastant escriure, de fet tinc una bona colla de relats al meu PC. De tant en tant n'aniré pujant algun. La majoria els tinc en PDF, i els penjaré a Megaupload per què tothom se'ls pugui baixar. Així que... comencem: Sombras en el espejo

Aquest és un relat basat en el món d'Anima: Beyond Fantasy, el meu joc de rol preferit. De fet... a alguns de vosaltres us sonarà molt, ja que és el relat dels successos previs a una campanya que vam començar a jugar, però que per motius varis va quedar suspesa. Potser en llegir-ho se us aclariran alguns dubtes de coses que van succeïr en la primera partida...
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ElBardo
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MensajeTema: ElBardoErrante   la tarima del bardo Icon_minitimeMar Mayo 05, 2009 9:04 pm

Saludos, cansados viajeros.

Agracecemos a Naia, por colocar tan admirable tarima en un foro tan hermoso. Me conocen en muchos lugares como El Bardo Errante, que es lo que soy, un viajero que se dedica a contar historias que le cuentan o ve con sus propios ojos. Mi tardía edad me ha dotado del tiempo necesario como para viajar por muchos continentes, y por muchos mundos. Conozco infinitud de historias, pero vayamos poco a poco, debo tomarme mi tiempo, ya soy anciano. Es un placer para mí dedicaros esta pequeña historia...

"La joven elfa miró en derredor, alterada en extremo. No era inusual escuchar el sonido de los pasos por entre las calurosas calles de Scornubel, ni tan siquiera en una noche tan cerrada como la que se presentaba. Pero el tono de las pisadas, su suavidad, indicaban a la acostumbrada niña que aquel no era el transeunte que solía. No, en absoluto.
Nada bueno, suponía.
La joven se encogió más, si cabía, mientras los silenciosos pasos se abrían camino por entre la oscuridad, buscando la senda que la llevase hasta ella. ¿Por qué no podían dejarla en paz, por qué no podían?. Era algo que quería saber desde que, dos años atrás, un hombre escuálido y con aires de grandeza trató de capturarla. Algo que jamás entendería.
Tan sólo tenía quince años. ¿Por qué, entonces, la seguían a cualquier lugar, por qué demonios se mataban entre ellos por intentar capturarla?.
Tras la muerte de su madre, un duro golpe para ella, se había visto obligada a penar en las calles, a utilizar su astucia para conseguir algo que llevar a su boca. Lucía demasiado delgada, con su cabellera añil cayendo en una maraña sucia por su espalda; sus manos apenas mantenían el pulso cuando la tensión embargaba su corazón; sus piernas no respondían a sus órdenes. Jamás había sentido el valor, nunca había encontrado la determinación, pero había escuchado el susurro de la muerte varias veces en su fino oído. Entendía que debía ser así, que nunca conseguiría escapar de cuantos pudiesen ir en su busca. Pero estaba cansada, estaba cansada de huir, de esconderse entre las sombras de aquellos que anhelaban un poder que no entendía. Mas no podía luchar. ¿Cómo podría dado su precario estado corporal, cómo, dada su edad y su terror?.
Era la hora de morir.
Relajó los brazos un momento, la presión que estos ejercían sobre sus piernas flexionadas. No podía seguir sumergiéndose en su propio miedo, no podía huir, esperar que su furia desatase su poder interno contra aquellos que no lo merecían una vez el peligro había pasado. No, si querían el poder, iban a encontrarlo. Iban a encontrarlo en su contra.
Los pasos se detuvieron un instante. La oscuridad se arremolinó entorno a una figura baja, de escaso metro sesenta, embutida en su totalidad en una armadura de flexible cuero azabache que parecía escupir la misma negrura de sí misma. Bajo la máscara ceñida que cubría su boca y media faz, se dibujó una sonrisa que se marcó en la fina tela negra. Mientras, su mano buscaba con tranquilidad el pomo redondeado de su fiel espada corta. Después de todo, aquella niñata no iba a suponer un problema para él. Era dinero fácil.
La joven elfa observó con cólera los movientos acompasados del hombre, su plena seguridad, su mofa. Se estaba riendo de ella, osaba mofarse porque creía que, después de todos sus esfuerzos, había sido una presa fácil, una niña indefensa que no podría huir de su funesto destino. Ella no lo veía así, no creía que fuese tan simple. De nuevo, sintió una llamada, un anhelo de su interior que bramaba por liberarse y tomar el control de su ser, de su forma, una voz que se repetía como un incesante eco en su cabeza, buscando domeñar su voluntad bajo su control. No, sabía que no pretendía imponer el control. La naturaleza nunca imponía su dominio a nadie, pues su poder era tal que jamás debía manifestarlo de un modo tan burdo. Sabía lo suficiente como para comprender hasta tal punto su filosofía, comprendía su actuar, se sentía afín con ella. Algo que su madre mencionó antes de morir.
Desde que había vivido sola, se había esforzado por mantenerse indiferente a todo cuanto la rodeaba, había creído entender que todo cuanto ocurría era la obra inconmensurable de la madre naturaleza. Poco a poco, se había adaptado a su forma, a esa idea, y la había dejado fluir para sintonizar con ella, para, cada noche, extramuros, unir su propia alma a la esencia que guiaba a todas las criaturas vivas del mundo. Sabía que podía hacerlo, sabía que la naturaleza pagaba su esfuerzo, como lo hacía Rílifein, con dones que una vez tan sólo pudo soñar. Pero no veía que fuese preciso utilizar a su amada naturaleza en su propio beneficio, no creía que ese fuese el método correcto de tratarla.
Su voz interior, su espíritu libre y salvaje, su yo animal, rugió su disconformidad.
Quizás debía ser así, quizás ella debía matar para no ser muerta. Sólo la naturaleza tenía la potestad de elegir quien moría y quien vivía en su enorme ciclo. Un nuevo rugido sonó en su mente.
Ella debía interpretar los deseos de la tierra, ella debía ser la mensajera de la naturaleza. Porque ella había hablado con la tierra hacía muchos años, porque ella había nacido con aquel don. Podía fusionarse con su esencia, moldear su poder para beneficiarse de él, o para que la tempestad borrase a cuantos odiaba del mapa. Pero no era nada, no lo quería. Veía su trabajo como algo vital para la preservación del mismo mundo, algo necesario y, por tanto, de pago innecesario. No quería regalos por llevar a cabo lo que creía correcto, no quería ayuda. No quería nada, pese a darlo todo por ella, pese a sufrir por ese don.
Fue la última vez que escuchó el rugido en su mente, la última vez que notó la llamada de su lado salvaje. Frente a ella, el hombre decidió divertirse; su pie voló por los aires buscando su estómago.
Como un pelele, la joven elfa salió volando por los aires. Un quedo gemido de dolor se escapó por entre sus finos labios cuando su espalda golpeó contra la pared de pieda de una casa semi derruida. No era, sin embargo, lo que más dolor le producía.
Cayendo de rodillas, se encogió en el suelo. Las manos apretaron con fuerza sus sienes, intentando oprimir el dolor que embargaba todo su cuerpo. Un brutal chasquido emergió de su espalda, y un grito de dolor se escapó de su garganta cuando su cuerpo pareció cambiar ante el asombrado asesino. Las manos se encontraron de pronto sobre el suelo de piedra, sus desgastados zapatos comenzaron a ensancharse hasta romperse. Su misma espalda pareció prolongarse en un larga y fina cola, mientras que su rostro se deformaba entre chasquidos, alargándose poco a poco. Doblándose de pronto hacia atrás, la joven semielfa volvió a apretarse las sienes, mientras un rugido escapaba por un rostro que había cambiado, para asemejarse al de un felino, una pantera; sus piernas cambiaron, y sus manos ya no reflejaban la verdad de su naturaleza. Ahora, tan sólo eran patas musculosas, acabadas en pies almohadillados con garras afiladas como cuchillas. Pronto, su nueva forma comenzó a llenarse de un suave y lustroso pelaje tan negro como la noche que reinaba sobre la faz de Faerûn.
Tan sólo sus ojos, sus dos ojos dorados, legado de su padre elfo solar, permanecieron inmutables al cambio que había tenido lugar, algo que no conseguía dominar con absoluta libertad. Aquel era su don, aquello era lo que magos estúpidos buscaban poseer con ahínco. Tan sólo eran los regalos que la naturaleza le otorgaba por su labor, por algo que ella consideraba vital.
Nunca más volvería a negarlo, nunca más despreciaría esos dones. Hacerlo sería insultar a lo que más amaba. Y era algo que nunca podría permitir.
Como nunca dejó al asesino actuar, antes de cerrar su mandíbula sobre la expuesta garganta del hombre."

Espero que haya sido de vuestro agrado. Volveré otra noche a contaros alguna que otra historia más. Hasta entonces, os deseo buena estacia en ésta maravillosa asociación.

ElBardoErrante
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MensajeTema: Re: la tarima del bardo   la tarima del bardo Icon_minitimeMiér Mayo 06, 2009 1:24 am

Jo aquest apartat, el tractaría com ho fa en Wehehe, link a megaupload o a algún blog on hi hagi el relat postejat, perquè sinò es fa carregós.

No deixa de ser una opinió =)
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ElBardo
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MensajeTema: Re: la tarima del bardo   la tarima del bardo Icon_minitimeSáb Mayo 23, 2009 10:12 pm

De nuevo en la tarima de esta humilde posada... Me fui de viaje a tierras lejanas, tierras por las que nadie ha pasado en su vida. Aunque al menos podréis saber una de las historias que por allí se cuentan, quién sabe si alguna más, todo depende de si mi vejez me lo permite hehehe... (coff, coff...)
Quisiera, sin embargo, antes de empezar, pedir un aplauso por la historia de Wehehe, está trabajada y su final abierto da ganas de querer continuar leyendo. Suerte, Wehehe, en tus futuros relatos, los esperaré con impaciencia.
Akio, siento no poder complacerte, pero este anticuado anciano no sabe sobre el uso de las novedades. Espero, sin embargo, que disfrutes la historia:


"Volvía a estar a oscuras. No podía entenderlo. Solo unos segundos antes, la esfera flotaba entre sus manos, ¿cómo era posible que la hubiese perdido así? No, no era verdad. Volvería, estaba seguro de eso. No podía abandonarlo ahora. Separado. Había perdido su único camino.
Reik había despertado solo, como cada noche, en la opresiva negrura de su cuarto. El colchón en un costado, las sabanas desparramadas. Las mismas paredes despintadas y sucias de siempre. La decadencia hecha lugar. Pero algo había cambiado. Veía matices que nunca habían estado ahí. Alzo su vista, y allí estaba, iluminando el rincón, casi imperceptible, como queriendo pasar desapercibida, escondiéndose en la oscuridad. Se acerco a ella y la miro mas de cerca, buscando entender que era. No podía tenerle miedo. Era pequeña, tan brillante que no podía encontrarle una forma. En su mente, que no permitía detalles sueltos, se convenció de que no podía tener otra que la de una esfera. Dio unos pasos mas en su dirección y estiro su mano. Vio como saltaba hacia ella y flotaba unos pocos milímetros sobre su palma. Sonrió. No podía recordar cuando había sido la ultima vez que sus labios se habían curvado hacia arriba en ese gesto tan natural para el resto de la humanidad, pero que el nunca lograba dominar.
Empezó a sentir un calor, como si la luz lo irradiara sobre su cuerpo. Se detuvo y lo analizo. No, no era físico, era algo que despertaba en su interior, no podía definirlo, no podía poner su ojo interno sobre él. Pudo sentirlo entre sus dedos, probarlo en su boca, oírlo como un fantasma sagrado arrastrando su cadena detrás suyo. Solo supo que se sentía bien. Era una sensación que nunca había tenido desde la perdida de su Luz, una sensación que creyó no sentir nunca más. Pero supo que era algo a lo cual seria demasiado fácil acostumbrarse, nunca podría volver a dejarlo y ser el mismo. Se rió de sus miedos y se abrazo al calor, queriendo convencerse de que todo tenia sentido ahora, que había encontrando lo que buscaba y buscaba a través de las eras. Se sorprendió al principio, era una emoción familiar pero lejana la que rondaba por su corazón, inmediatamente su mente comenzó el proceso de unir todos los cabos desprendidos. Conocía ese fuego en su pecho, esa paz en su alma. No las sentía desde... Rió nuevamente, encontrando la personalidad de su mujer en la pequeña esfera incandescente. Recordó sus manos, sus suaves palabras en su oído. Sus canciones en las mañanas. Varias vidas habían pasado desde su perdida, pero el dolor nunca había disminuido.
Se dejo vagar por los recuerdos.
Y, de pronto, ya no estaba ahí. Solo se había desvanecido con la mañana. Espero a la próxima noche, sentado en el mismo rincón donde la había hallado, con sus brazos rodeando sus rodillas, repitiéndose a sí mismo, por dentro, sé que volverá, sé que volverá, una y otra vez, como si la letanía lograra traerla de nuevo.
Vio como cada segundo del día se arrastraba y se llevaba una de sus lagrimas. No hay nada mas lento que el tiempo cuando uno se detiene a verlo pasar. Rogaba y esperaba, con miedo que el mismo deseo de tenerla la alejara, a admitir su necesidad. El tiempo paso sin un solo movimiento mas que el balancearse adelante y atrás de Reik.
El sol se escondió, dando paso a las penumbras del atardecer. Se alegro por unos segundos de estar bajo su manto de rubí, pero su pecho dio paso a un pánico incontrolable. Sabia que no volvería, sabia que había estado ahí solo ese momento, y no volvería a sentirla. Se lleno de esa antigua y conocida sensación que los hombres solían llamar Furia, pero que el sabia, estaba en otro nivel. Se levantó, tomo su ropa y salió a la noche. Necesitaba sentir el frío, intentar congelar el fuego que ardía en su corazón. Camino sin sentido ni dirección durante lo que creyó fueron años. El tiempo ya no corría a su lado. Miro la luna, su eterna compañera, pero no tenia el brillo que siempre había visto en ella.
Alzo su voz y gritándole, descargando sus emociones.
–Ven a ver mi jaula, construida en mi interior. Manteniéndome con vida. Donde quiera que miro, es como si me perdiera –su voz comenzó a flaquear, mientras sus piernas se vencían, hasta convertirse en un ovillo sollozante.
Dejo que la tierra húmeda lo tomara, sintió como sus escasas carnes tomaban el frío de ella, calándolo hasta los huesos. Se dejo llevar por el dolor, la conocida sensación, pues tenia demasiado miedo del vacío vuelto a formar en su alma. Y su mente seguía entumecida, anestesiada por haber vuelto a perderla.
Se levanto gritando desde lo profundo de su pesar. Culpando a la luna por su suerte, culpando al mundo entero.
–Sus huellas se esconden detrás de mí mascara de control –Grito–. Pero aquí es donde trazo la línea, hasta aquí llegamos. No podrás quitarme el alma. Nunca más.
Sus lagrimas caían sin siquiera notarlo. Cada palabra raspaba su garganta, formadas de odio y frío. Apretó sus dientes, cerro sus ojos. Escondiéndose bajo su abrigo, recorrió las calles deseando descargar su enojo, pero sintiendo un siniestro regocijo en encerrarlo en su pecho. Sabia que se destruiría a sí mismo poco y poco, y eso era lo que buscaba, odiarse, odiar cada minúscula parte del universo, y así acallar el aullido ensordecedor que despertaba el amor perdido.
Sintió que el sol volvía al mundo, bañando todas y cada una las cosas con su odiada luz, quitándoles el bello brillo sombrío que traía siempre la noche.
Regreso al escondido agujero que hacia las veces de hogar, ebrio de dolor y de vacío, olvidando cada flexión de sus músculos y cada chispa de su mente. Se sumió en un sueño parcial, lejano, donde veía pequeñas luces danzando a su alrededor.
Despertó al atardecer, sabiendo lo que debía hacer. Sonrió para sí mismo, y se dijo que era la única solución. Volvió a salir, con una idea en mente. No podía esperar para hacerlo. Sabia que tenia que funcionar, era su única solución.
El camino de vuelta a casa tomaba demasiado tiempo. Nunca se había dado cuenta cuan largos pueden ser lo minutos, como si el tiempo se burlase de él. Se sacudió la idea de la cabeza. Debía pensar solo en llegar y terminar con todo. Era tan simple, y nunca se había dado cuenta.
Trabajo durante horas, con sus ojos cerrados, dejando que sus manos lo guíen en su tarea. Tenia la imagen del lugar grabada en su mente, con cada pequeño detalle, fruto de sus años encerrado entre sus cuatro paredes. Nunca se había dado cuenta de ello, pero si cerraba sus ojos seguía viendo la habitación desde el ángulo en el cual se encontraba.
Cuando termino de encender la ultima vela, abrió sus ojos y se sentó en el centro del circulo formado. Había colocado decenas por el lugar, de todos los tamaños posibles, en cada superficie medianamente horizontal. Desde el piso hasta el pequeño montón de madera que solía llamar escritorio. Sintió el calor y se dejo caer, sonriendo.
Los días pasaron en un estado de semiinconsciencia, solo moviéndose del circulo de velas para colocar nuevas en los lugares donde se habían terminado de consumir las anteriores. Las mil quemaduras de las llamas y de la cera ardían, pero era un precio muy bajo para lo que sentía. Pero algo dentro suyo latía. El calor no era el mismo, el sentimiento era distinto. Esta idea giro y giro en su cabeza, pero no quería aceptar lo que ya sabia. No quería admitir que todo era artificial. Su Luz no estaba ahí, se había ido y nunca podría reemplazarla con esas velas, ni siquiera con una esfera en un rincón. Su Luz, que había dado su vida por él, a quien él había dedicado la suya, su alma, ya no estaba y nunca mas estaría con él.
Pero no pudo negárselo por mas tiempo, y todo lo que había guardado exploto en su interior, destrozando el poco autodominio que le quedaba, el mismo que siempre lo había hecho sentir orgulloso. Vio como se abría paso en su mente, nublando todo con su velo rojo. Sin saber como, se lanzo contra el rincón donde había aparecido la esfera, golpeando la pared con cada parte de su cuerpo. Percibía la blancura del dolor en su cabeza, látigos que marcaban su psique, se escondió detrás de su orgullo. Solo un momento, pero estaba bañado en carmesí en sus brazos, en sus piernas. El tibio aroma de la sangre llenó sus pulmones. Comenzó a sentir como sus huesos se rajaban, para luego quebrarse. Su furia creció al saberse tan débil y arremetió con un mayor ímpetu. Las astillas que anteriormente sostenían su cuerpo ahora se clavaban en su carne, pero el estado en el cual se había obligado a entrar no le permitía quejarse. Su brazo izquierdo cayo de lado, sus ojos estaban ciegos por la sangre. Lo que una vez había sido su mano derecha ahora perforaba la pared con puntas blancas y rojas. Sus piernas dejaron de ser tal y lo dejaron caer. El dolor llenaba cada nervio en su cuerpo, cada neurona en su cerebro, mientras su cabeza daba una y otra vez contra el suelo. En los pocos segundos que habían pasado había sentido mas dolor físico que en los siglos de su vida. Y de pronto, en un blanco resplandor, no sintió mas nada."

Intentaré volver pronto, empiezo a acostumbrarme a la calidez de los aplausos, al tintineo de las monedas, en esta sucia y descuidada tarima...
Hasta pronto, queridos oyentes.

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